White Knuckle es una mezcla inesperada y brillante de géneros que, aunque puede evocar ecos de títulos como Half-Life o Portal, se distancia rápidamente gracias a su tono sombrío, su diseño modular y una jugabilidad que se siente como una montaña rusa de decisiones tensas, errores fatales y recompensas ganadas a pulso. En esencia, este juego toma la estructura clásica de los roguelikes y la combina con un sistema de escalada extrema, ambientado en un mundo distópico que parece diseñado para quebrar tanto tu determinación como tu coordinación. Si Dark Souls y Getting Over It tuvieran un hijo y lo criaran en medio del colapso de la civilización, el resultado sería algo muy cercano a White Knuckle.

El sistema de progresión se apoya en biomas generados a partir de escenarios prefabricadas, seleccionadas al azar de un conjunto considerable, lo que asegura que cada intento se sienta diferente, incluso si comienzas a reconocer ciertos segmentos. La aleatoriedad también aplica a los potenciadores disponibles, las máquinas expendedoras y los desafíos ambientales, lo que obliga a adaptarte constantemente. Uno de los toques más originales —y cruelmente divertidos— es la gestión del inventario: acceder a tus objetos implica soltar una mano mientras escalas. Cada decisión es una apuesta contra la gravedad, y casi siempre subestimas lo que viene después.

En cuanto al contenido, hay bastante para explorar y más en camino. Tras completar la campaña actual, se desbloquean modos adicionales que expanden las posibilidades, lo que suma muchas horas de rejugabilidad. Los desarrolladores, claramente apasionados por su obra, siguen ampliando el universo y los niveles, lo que promete una experiencia cada vez más profunda y desafiante. Eso sí, la dificultad no se anda con rodeos. La curva de aprendizaje es empinada, los errores se pagan caro, y en algunos tramos los mecanismos de muerte instantánea pueden resultar frustrantes, sobre todo en las primeras partidas. Aunque el sistema de puntos de control ayuda, sigue siendo limitado para un juego que exige sesiones prolongadas. Poder guardar el progreso y retomarlo más adelante sería una mejora significativa, tanto para la accesibilidad como para la calidad de vida del jugador.
Aun con sus asperezas, White Knuckle es una experiencia increíblemente sólida y adictiva, incluso en esta etapa de acceso anticipado. No solo ofrece una jugabilidad desafiante, sino que también construye un mundo extraño y cautivador, lleno de humor oscuro, estructuras colosales y amenazas grotescas que parecen salidas de una pesadilla biomecánica. Por el precio que cuesta, White Knuckle ofrece mucho más valor. Y si aún dudas, hay una demo disponible que sirve como excelente carta de presentación. Solo asegúrate de tener paciencia, buen humor y mucho tiempo libre.