El protagonista de Animal Well es una bola inofensiva capaz solo de saltar. Después de que la flor que la encerraba ha eclosionado, nos encontramos guiándola a través de escenarios increíblemente evocadores, llenos de cascadas, hierba, animales que van desde lo familiar hasta lo extraño. No hay misiones sagradas, no hay princesas que salvar: simplemente nos movemos y exploramos, dejándonos llevar por el deseo de descubrir los secretos del pozo en el que nos encontramos. Animal Well hace maravillas al construir una atmósfera muy especial desde el principio, sin tomar nunca al jugador de la mano, respetando la propensión de la naturaleza humana a la curiosidad y el descubrimiento: ningún camino será igual y, mientras tanto, la vista será extraordinaria.
Todo esto sucede con muy pocas palabras, solo las necesarias para indicar los nombres de los objetos que nuestra bola encuentra alrededor: huevos, yo-yos, petardos, velas. No hay explicación de su efecto: para avanzar, en Animal Well, solo hay que intentarlo. Billy Basso deja a los jugadores completamente libres, y lo hace también con la banda sonora, libre de intrusiones musicales y llena, en cambio, de sonidos diegéticos que hacen que el mundo del juego sea aún más rico y natural. Una gota cayendo, el sonido de una majestuosa cascada, una burbuja estallando, un petardo chispeante explotando en mil colores iridiscentes. Es un espectáculo más único que raro.
Este año ya hemos visto algunos metroidvanias excelentes, desde el bastante clásico Prince of Persia: The Lost Crown hasta el lisérgico Ultros. Animal Well decide insertarse en este género para destruir varias de sus convenciones desde dentro, a menudo de una manera aún más radical que lo hizo Hadoque con Ultros, jugando constantemente con nuestras expectativas. Billy Basso trabaja sobre el espacio de posibilidad que el diseñador del juego concede a los jugadores para echarnos (¡pero suavemente!) de nuestra zona de confort: haber adquirido un objeto en particular no nos asegurará el paso automático a una nueva área de juego, porque para movernos y resolver acertijos ambientales es necesario, siempre y en cualquier caso, razonar.
Animal Well es brillante a la hora de eliminar automatismos y desquiciar prejuicios fuertemente arraigados en el mundo de los videojuegos. No, no puedes abofetear a ese pez grande para entrar en la habitación de al lado. Y no, no todos los fantasmas se asustarán si les lanzas un petardo. En las aproximadamente siete horas que se tarda en llegar a ver los créditos, nos dimos cuenta de que al pozo le importa un bledo esa bolita, nada menos un agente con poderes excepcionales, relegado al papel de un simple huésped, un huésped que tiene que cruzar las habitaciones de puntillas y con mucho respeto por los lugareños para no morir. Porque, al fin y al cabo, la violencia no es el único lenguaje posible. Ni siquiera en un metroidvania.
Más allá de los créditos, Animal Well sigue abriéndose a la curiosidad del jugador o, mejor dicho, de los jugadores. Sí, porque la mejor manera de disfrutar de la obra de Billy Basso es sin duda en plural, en buena compañía, compartiendo secretos, descubrimientos, dudas, devolviendo al videojuego esa dimensión social que vivíamos susurrando en el patio entre niños que los escritos de la Sala Grabada de Pokémon Rubí, Zafiro y Esmeralda se podían traducir utilizando el alfabeto braille, tal y como nos había explicado un niño mayor. Pues bien, Animal Well vive en su mejor momento en esta dimensión social, aunque quizás no se descubran todos sus secretos en los próximos años.
Subestimar a los jugadores siempre es un grave error, y el éxito que está experimentando Animal Well en términos de ventas y revuelo mediático lo demuestra una vez más. Así que sí, también podría ser que, algún día, Billy Basso reconozca públicamente (¿con satisfacción? ¿Orgullo? ¿Asombro?) que los usuarios, todos juntos, lograron explorar bien al animal hasta el último rincón. También porque cruzarlo es un verdadero placer, sobre todo con el modo gráfico que embellece las pantallas con un filtro CRT que le da a la aventura un agradable sabor retro. Y, si a veces ir y venir en el mapa de Animal Well puede resultar un poco cansado, la belleza audiovisual del pozo se encarga de hacernos compañía.