A lo largo de los años, los Musou han evolucionado para convertirse en un género muy apreciado en Japón, pero aún poco comprendido en Occidente. Dynasty Warriors: Origins, el último capítulo de la franquicia aspira a revitalizar la serie, ofreciendo un punto de partida renovado al dejar atrás la carga de la generación anterior de consolas. Su objetivo es conquistar tanto a los seguidores de siempre como a los escépticos, a través de una jugabilidad más fresca y un sistema de combate mejorado. Sin embargo, aunque la propuesta es interesante, su ejecución presenta ciertos matices curiosos. El juego nos presenta a un protagonista único, un espadachín sin memoria, pero con poderes misteriosos, que se ve inmerso en los turbulentos eventos de la antigua China. Desde la revuelta de los Turbantes Amarillos, el jugador se irá encontrando con guerreros legendarios que conocemos de entregas anteriores y con facciones que luchan por el control del imperio.
Esta decisión de centrarse en un solo personaje y no permitir su personalización puede resultar divisiva, especialmente para los fans acérrimos de la saga. Sin embargo, el hecho de que este protagonista no esté ligado a un héroe específico abre nuevas posibilidades narrativas. Una de las grandes novedades es la flexibilidad que ofrece el sistema de combate. A lo largo del juego, el protagonista puede dominar hasta nueve tipos de armas, que se pueden intercambiar libremente durante las batallas. Esta diversidad en las armas permite al jugador experimentar distintas estrategias y enfoques. El sistema de combate sigue apostando por la acción frenética, pero incorpora un toque más técnico al añadir las técnicas especiales. Estas habilidades, que consumen coraje, se activan eliminando enemigos y añaden una capa extra de profundidad a las batallas. Junto a la barra Musou, que siempre ha sido característica de la saga, los combates contra los oficiales enemigos cobran protagonismo. Estos enemigos más poderosos requieren de una estrategia cuidadosa, como bloquear en el momento exacto, esquivar al último segundo y aprovechar las oportunidades para contraatacar.
Una de las incorporaciones más interesantes es la inspiración en los soulslike para los combates más desafiantes. Los jefes, por ejemplo, desatan ataques desmesurados como tormentas de rayos o meteoritos, rompiendo la sensación de realismo y sumergiendo al jugador en batallas épicas. Este toque de exageración funciona bien, manteniendo la jugabilidad dinámica y emocionante, especialmente cuando los oficiales enemigos avanzan con agresividad y sus subordinados nos atacan de manera sincronizada. Esto aporta un nuevo aire a un sistema de combate que, si bien clásico, se siente más renovado y desafiante. En el aspecto visual, el juego ha mejorado considerablemente. El nuevo motor gráfico permite mostrar muchos más soldados en pantalla, sin sacrificar el detalle de los mapas, que son más compactos pero ricos en desniveles y vegetación. Esto mejora la sensación de estar participando en una batalla masiva, especialmente cuando el ejército avanza en masa y la cámara se aleja para resaltar la magnitud de la carga.
Esta espectacularidad visual se complementa con un diseño optimizado para el Steam Deck, lo que demuestra la popularidad de la consola entre los jugadores japoneses. La estrategia no solo se limita al combate directo; también es fundamental gestionar la moral de las tropas. Los generales enemigos ordenan formaciones y estrategias que debemos contrarrestar, cumpliendo ciertas condiciones antes de que sea demasiado tarde. Además, las tropas se vuelven más agresivas y valientes a medida que la moral aumenta, lo que obliga al jugador a estar atento a la situación de sus propias fuerzas. En este sentido, el juego no solo se trata de destrozar ejércitos, sino de tomar decisiones estratégicas clave para asegurar la victoria. Si las cosas se complican, siempre podemos recurrir a los héroes más conocidos de la saga, como Guan Yu o Xiahou Dun. A medida que ganamos su respeto durante las batallas, podemos llenar un indicador de relación que nos permitirá tomar el control de estos legendarios guerreros durante un breve tiempo.
Esto añade un extra de poder a las batallas, permitiendo al jugador experimentar su Musou y disfrutar de sus ataques devastadores antes de que regresen a sus puestos de mando. La progresión del personaje está ligada al dominio de las armas. Usarlas desbloquea habilidades que, al acumularse, aumentan el nivel del jugador, mejorando sus estadísticas y desbloqueando nuevas técnicas. Además, a medida que el protagonista avanza, puede ascender de rango y desbloquear habilidades pasivas y modificadores que mejoran su rendimiento en batalla. Este sistema de personalización es clave para sentirse más poderoso a medida que avanzamos en la historia. El juego también ofrece actividades opcionales, como escaramuzas y batallas secundarias, que sirven para obtener artefactos útiles y mejorar nuestras habilidades antes de enfrentarnos a los retos más grandes.
Estas misiones no solo alargan la duración del juego, sino que permiten sumergirse más en el mundo de los Tres Reinos y en las complejidades del combate. A medida que avanzamos en la historia, los eventos históricos nos obligan a tomar decisiones importantes. Después del tercer capítulo, la coalición formada para detener al tirano Dong Zhuo se desintegra, y debemos elegir qué facción apoyar para llevar a los Tres Reinos a una era de paz. Esta bifurcación en la narrativa da más peso a las decisiones del jugador, que ya no solo se enfrenta a batallas, sino a dilemas estratégicos y políticos que pueden cambiar el curso de la historia.